Vintage o diógenes: Adiós a la equipación de La Armuña
Hay una línea muy delgada entre algo vintage y algo ‘diógenes’. Un paso entre hipster y enfermo. No voy a atravesarlo, y por eso hoy me he decidido a donar a la basura uno de mis tesoros más preciados: la equipación del equipo de baloncesto en el que jugué en juveniles, la Agrupación Deportiva de la Armuña.
La Armuña era más que un club. Era un equipo que dio grandes satisfacciones… especialmente a nuestros rivales; que primero se reían de nosotros y después nos humillaban en la cancha, no siempre por ese orden.
Sí, puede que no fueramos el ‘Estudiantes’ ni el barrio de Buenos Aires donde entrenábamos, el Ramiro de Maeztu, y, sí, puede que aquella camiseta amarilla y pantalón azul 100% algodón no fuera lo más apropiado para salir a darlo todo cada sábado, pero ehh¡¡ era nuestro equipo y nuestros colores.
Nos sentíamos orgullosos del equipo, por pintoresco que fuera. Cumplíamos una labor social. Si no fuera por nosotros, no lucirían otros clubs de Salamanca como el Maux o o el Maestro Ávila. Eramos necesarios. El equilibrio. El jing y el jang.
Allí se forjó la amistad de un grupo de amigos. Bueno, puede que tambien hiciera algo el Gema, La Bodeguita Lastra o el Manzano. Cada semana dábamos lo mejor de nosotros los Chepi, Alberto Sánchez (a quien extrañamente una lesión le obligaba a retirarse al banquillo cuando empezaban a ganarnos por encima de los 20 puntos) o Álvaro, que dejó su huella en el pabellón del Ciudad Rodrigo, en forma de pedrada, para deshonra de sus familiares más cercanos.
De Diego no podemos decir nada… porque lo suyo era otro estatus. Estaba en el A. 😉
Y Juanma, Ángel… lo siento, pero no tenéis líneas aquí. Fuisteis unos grandes espectadores. Un apoyo, crítico y decisivo…
De nuestra etapa como entrenadores del club poco más podemos decir. Si eramos malos jugando, imaginaros cediendo nuestro basto conocimiento al crisol de culturas del barrio.
En fin, no quiero alargarme. Solo darle el adiós que se merece a este símbolo del ‘destape’. Pongo punto final (aunque sea 25 años más tarde), y digo adiós a esta equipación tan fresca e imprescindible en las noches de verano. El tiempo la ha dejado convertida en harapos, como quedaron nuestras ilusiones por el baloncesto, tras el último Bucler 3×3.
D.E.P. Armuñés hasta el final!!
Posdata. No me resisto a darle una segunda oportunidad. Así que la dejo en los contenedores de reciclar ropa. Quién sabe si su espíritu seguirá vivo en una nueva prenda.
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